sábado, 26 de septiembre de 2009

De Estambul y de como me enamoré

Con lo que tuve que aguantar a Suso en el curso :P, sin lugar a dudas me merecía un lugar especial en su casa para visitar Estambul y desde luego que no me defraudó. Estambul fue uno de los mejores viajes que he hecho este año y puedo decir que es la ciudad que más me ha gustado de las que he visitado en todos mis viajes. Llegamos un miércoles Cris, Raúl y yo. Ese día no hubo tiempo sino para tomar una cerveza, hablar y ponernos al día. Suso se había cortado el pelo: buena elección jajajaja.

El jueves nos levantamos temprano y fuimos caminando hasta Ortakoy: un conjunto de callejuelas con muchos bares con mucho encanto y con una mezquita pequeña, pero preciosa. Creo que fue la que más me gustó de todas las que vimos en Estambul, está directamente junto al mar y transmite paz. Después de comernos una papa rellena, volvimos a la zona de taksim para bajar por una de las calles más comerciales de Estambul (no recuerdo el nombre :'( ) y llegar hasta la torre de Gálata donde hicimos una pequeña parada a sacar fotos y disfrutar de las vistas. Luego cruzamos uno de los puentes para llegar hasta la zona más monumental de Estambul: Sultanahmet. Entramos en el bazar de las especias y yo me quedé fascinado por el bazar en sí (me gustó más que el gran bazar), pero sobre todo por los vendedores que son capaces de hablar cualquier idioma (a Cris le hablaron en euskera) con tal de conseguir una venta. Después del bazar de las especias fuimos al gran bazar y nadie tuvo ninguna duda de porqué dicen que es el mercado cubierto más grande del mundo: tenía sus calles y todo. Terminamos la tarde entre Santa Sofía y la Mezquita Azul (no puede ser más hermoso). Quedamos por la noche a tomar algo y a encontrarnos con Suso y compañía que habían estado en una recepción del embajador (no haré la broma absurda de los Ferrero).








El viernes tocaba visita a la zona monumental: Palacio Topkapi, Santa Sofía, Mezquita Azul y Cisternas. Hay que visitar todo obligatoriamente, a mí me sorprendió especialmente las Cisternas y la historia de Santa Sofía, pero todo el conjunto de Sutanahmet resulta apasionante. Al finalizar las visitas quedamos con los becarios de Estambul. Habíamos caminado mucho, así que nos merecíamos visitar un baño turco y allí que nos fuimos. Después de una hora de masajes y calor salimos totalmente relajados para irnos al restaurante en el que habíamos reservado para cenar. Las vistas sobre Sultanahmet no podían ser mejores. De ahí nos fuimos de marcha en una zona cercana y nos lo pasamos (al menos yo) genial. Lo único malo del día es que supimos que Jon no podría llegar por problemas con los vuelos :(




El sábado iba a ser el gran día. Suso había alquilado un barco para navegar por el bósforo para unas 40 personas. En mi vida me había sentido tan pijo :P. Fueron unas ocho horas en las que tuvimos tiempo de bañarnos, de hablar de todo y de bailar. Desde luego uno de esos días que jamás podré olvidar. Teníamos a varios camareros continuamente pendientes de nosotros y las vistas desde el barco no podían ser mejores: aquello era el paraíso. Al terminar el viaje fuimos nada más y nada menos que a la "Isla del Galatasaray" a tomar algo. Se trata de una pequeña isla artificial con un restaurante y una piscina de lo más, más pijos. Qué pijo me volví a sentir. Esa noche volvimos a salir un rato, pero no demasiado dado lo cansados que estábamos de todo el día en el barco.




El domingo ya no hubo tiempo para mucho. Desayuno con brunch en un sitio genial y camino al aeropuerto a coger el vuelo.

Esta entrada puede parecer de lo más aburrida: un relato de hechos y visitas, se debe a que ya me queda poco tiempo en Alemania y quiero terminar de contar mis viajes. Sin embargo, aunque tuviese todo el tiempo del mundo y estuviese lo más inspirado que sé, jamás podría describir lo hermoso y los sentimientos que tuve estando en Estambul. De verdad, no miento. Me enamoré. Le doy las gracias a Suso por haberme descubierto esta ciudad.

jueves, 17 de septiembre de 2009

"Pepa Sofía" podría ser un nombre

Desde el principio sabía que iría a visitar a Pepa a Sofía: lo habíamos hablado, era el único destino que probablemente visitaría en el este y me apetecía muchísimo verla en su ciudad. Así que en junio (sí, en junio, hace tres meses) me planté allí. Nada más llegar pude comprobar los progresos de Pepa con el búlgaro: mantuvo una conversación de unos 15 minutos con el taxista y yo atrás flipando. Cuando dejó de hablar con el taxista, empezamos a hablar y a contarnos cosas y a decir tonterías, básicamente lo que hacemos siempre y que nos gusta tanto. Tras la cena, fuimos a dar con nuestras charlas a un bar que parecía un establo: son los típicos sitios auténticos que se echan de menos en Düsseldorf. Lo pasamos muy bien y nos pusimos al día, pero había que acostarse pronto, así que no muy tarde nos fuimos a la cama.

Pepa me había dicho: "llevamos unos días de un calor genial, pero anuncian lluvias". ¿Anuncian lluvias?, ¿qué clase de eufemismo es ese? Al poco de levantarnos empezó a llover sin parar, será una de esas cosas del universo para que Pepa no pudiese echar de menos Galicia. Sin embargo, no nos íbamos a dejar ganar por un poco de lluvia (era bastante más que un poco) ni por las peligrosísimas aceras de Sofía, así que decidimos salir a hacer turismo de todos modos. Nos acompañó Dani, el majísimo compañero de piso de Pepa y pasamos primero a pagar internet. ¡Qué gran país ese, Bulgaria! en el que se paga todo en mano (según dice Pepa, TODO) y no confían en los bancos... Pensándolo bien si todos hiciésemos lo mismo no habría habido crisis, pero eso es otra historia. Después de pagar y antes de comenzar el recorrido turístico me mostraron una fuente en una plaza que estaba totalmente vallada, de hecho estaba tapiada. La explicación: un chico había muerto electrocutado en esa fuente y en lugar de resolver el problema eléctrico, pues se tapia la fuente y ahí está para el recuerdo. Sin embargo, sí que hay mucho turismo que hacer en Sofía, así que comenzamos y pasamos por el teatro, la iglesia rusa y la iglesia Alexander Nevski. Pasando en algún momento por unas calles cubiertas por adoquines amarillos que, según me explicó Dani, habían sido traídos desde Viena para que una princesa austríaca no tuviese que pisar el suelo de tierra (parece que hay otras teorías, pero esta me gusta más).




Ya nos habíamos mojado bastante, así que decidimos volver a casa para secarnos un poco, pero enseguida volvimos a salir. Esta vez había un motivo más importante que cualquier otra cosa: los chicos (Pepa, Pablo, Dani y Chino) tenían que votar en las elecciones europeas. Yo reconozco que no voté porque nunca me apunté en el consulado en Düsseldorf (shame on me!!!). La verdad es que estuvo muy bien entrar en una embajada de España y ver al pobre funcionario al que le tocó estar un sábado para que los chiquillos estos fueran a votar a última hora. Tan formal era todo que Pepa nos terminó peleando a Pablo y a mí por hacer demasiado ruido. Yo decía: somos españoles y esto es España, deberían estar acostumbrados, pero me temo que no coló. Al salir de allí fuimos a comer a un sitio justo en frente y ya pude intuir que la comida búlgara me iba a encantar. Después de comer mucho como buenos españoles (ven como sí tenía derecho a hablar alto en la embajada), decidimos que ya bastaba de tanta lluvia y nos fuimos a casa y que mejor que seguir demostrando lo españoles que éramos y echar una siesta :P.

Dos horas más tarde nos despertó un rayo de sol a través de la ventana. WTF???, ¿sol? ¡Ahhhhhhhhhhhhh!, había parado de llover: "¡Pepaaaaaaaaaaaaaaa, ya no llueve!" (en realidad no usé mi grito de guerra, pero debería haberlo hecho). No tardamos un minuto y Pepa y yo nos lanzamos a la calle para intentar volver a hacer el tour, pero esta vez sin agua. No había una nube en el cielo: ¡cómo había cambiado la ciudad!, ¡hasta las aceras parecían menos amenazadoras! La ciudad me gustó mucho y la iglesia Alexander Nevski, me enamoró por su interior. El interior es más bonito que el que haya visto de cualquier otra iglesia ortodoxa. Terminamos nuestra ruta en el mercado de las mujeres (no sé porqué se llama así), un sitio con mucho encanto. Como no podía ser menos, esa noche tocaba volver a comer hasta reventar, esta vez en un Marroquí porque era el cumpleaños de... de... ¿alguien? La cosa es que cenamos y luego salimos de marcha a uno de esos locales con música "de todo un poco". Yo me lo pasé bomba, hasta el búlgaro agresivo me terminó haciendo gracia (mentira, lo hubiese matado si no hubiese sido el doble que yo). Como le dije a Pepa: "viendo el grupito que hay aquí, apuesto a que no te aburres". ¡Vaya gente que se fueron a juntar a Sofía! Sin desperdicio. Terminamos a las seis de la mañana comiendo un trozo de pizza (bueno, fueron dos al ver lo barata que era) antes de irnos a dormir.




El domingo tocaba visita a la montaña que está junto a sofía: Vitosha. Allí que nos fuimos Chinos, su primo, Pepa, Pablo y yo. El día no podía ser mejor: no he visto un día tan despejado en todo lo que llevo en Alemania. Era perfecto. Subimos a la montaña en teleférico y ya arriba andamos un poco. El paisaje no podía ser mejor. Pepa acertó llevándome allí. Hasta nieve había. Un sitio precioso en el que recordamos que hay españoles por todos lados, así que es mejor no hablar muy alto. Al bajar, ¿qué hicimos? Pues claro: comer. Otro restaurante buenísimo: el Riverside. Ahora que lo pienso, quizás tenga la culpa Pepa de mi sobrepeso. ¡Malvada! Volvimos a la ciudad e hicimos un poco más de turismo, sólo para llegar a casa y volver a salir a cenar, pero esta vez a un restaurante de otro nivel: el Pod Lipite. ¡Qué bueno estaba todo! No exagero si digo que Bulgaria está entre los sitios donde mejor he comido este año. Después de cenar, fuimos todavía a tomar algo, otra vez al establo y ya no fue una copa tan divertida porque sabíamos que aquello se acababa.





A la mañana siguiente volví a hacer el recorrido turístico con Victor (el primo de Chino) y ya me despedí de él para ir al trabajo de Pepa a almorzar con ella. Comimos y tuve que decirle adiós a Pepa, pero sobre todo, tuve que decirle gracias por uno de los mejores fines de semana de este año y símplemente por ser Pepaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa.