lunes, 23 de febrero de 2009

Beapest...

Hace un par de horas que despedí a Enrique y Vanessa en la guagua a Weeze después de pasar aquí carnavales y, sin embargo, voy a escribir sobre mi viaje a Budapest. En mi línea llevo dos semanas de retraso y también en mi línea sólo escribo sobre viajes. La verdad es que pareciese que sólo vivo cuando me voy de Düsseldorf y en realidad no es cierto, así que me tendré que obligar a contar las pequeñas cosas con las que relleno mi vida entre viaje y viaje :P. Sin embargo, como decía, esto es para hablar sobre Budapest.

Mi viaje a Budapest empezó de una forma un tanto accidentada. En un despiste sin presedentes estuve a punto de perder el vuelo y por tanto de perder un gran viaje. Desde hace mucho tiempo estaba completamente convencido de que mi vuelo salía a las 18:30, pero al llegar al aeropuerto vi que no había ningún vuelo a Budapest a esa hora. ¿Qué podría haber pasado? Un vistazo al itinerario y lo vi claro... MI VUELO SALÍA A LAS 17:45. Afortunadamente, mi tendencia a ser puntual en exceso jugó a mi favor. Ya tenía todo preparado para ir al aeropuerto y pensé: "total, para esperar en mi casa, espero en el aeropuerto". Así que a pesar de que creía que mi vuelo salía 45 minutos más tarde llegué justo cuando cerraban el mostrador para mi vuelo.

Recuperado del susto y después de casi dos horas de vuelo, llegué a Budapest para encontrarme con toda la panda. Saludos, risas, abrazos, más risas... Terminamos después de un rato cenando en un sitio en el que había reservado Bea, por cierto, con muy buen criterio porque la comida estaba buenísima. Los que faltaban fueron llegando a cuentagotas y al final, cuando ya estábamos todos (menos Kike que llegó el sábado) nos fuimos a un bar a tomar algo. Una vez más Bea acertó. El bar estaba muy bien y allí pasamos un rato entre cerveza y cerveza poniéndonos al día. Sin embargo, tuvimos que irnos más temprano de lo que algunos habrían querido porque el sábado teníamos mucha ciudad que ver.

Con mucho trabajo, nos levantamos el sábado para descubrir la ciudad. Bea se lo tenía muy currado y nos llevó por un itinerario perfectamente organizado (gracias a Dios, porque si no nos hubiese dado tiempo de ver nada). Empezamos la visita en el lado de Pest. Vimos el edificio de la ópera y la basílica de San Esteban, primer rey húgaro, como muy sabe Bea, ¿no es así? :P.




Desde Pest, cruzamos el Danubio (otro gran río europeo que he visto :) ) por el puente de las cadenas para coger el funicular y subir a Buda. Este lado nos recordó mucho a Praga y desde el castillo se ven unas vistas estupendas del lado de Pest. Hicimos el camino escuchando atentamente las explicaciones un tanto peregrinas y al mismo tiempo divertidísimas que nos daba Bea.






De allí, vuelta a Pest. Hicimos un intento fallido de comer en el Mercado: estaba cerrado. Así que comimos en el primer sitio que encontramos y después terminamos de ver lo que no habíamos visto de Pest durante la mañana. Todo para al final irnos a casa para descansar un poco antes de ir la fiesta en la terma.


Sin lugar a dudas el punto álgido de nuestra visita a Budapest fue la fiesta a la que fuimos en una de las muchas termas de Budapest. Empezamos bebiendo algo en el apartamento que habíamos reservado y sobre las 23:30 nos fuimos hacia la terma. Nos pusimos el bañador en unas cabinas y fuimos a la zona de piscinas con una bolsita de plástico al cuello que te daban para que llevaras el dinero. La verdad es que resultaba gracioso porque el agua entraba de todas maneras, así que siempre terminabas pagando con un billete empapado. Sin precio las caras del principio de Pepa y Carol: asqueadas ante la idea de meterse en aquella agua.

Se puede decir que la terma tenía dos zonas:

- La piscina principal, bastante grande y de agua tibia. Allí era la zona en la que pinchaba el DJ y donde estaba la fiesta propiamente dicha.
- La terma propiamente dicha. Una piscina no muy grande con agua caliente y digamos que donde la gente daba rienda suelta a sus pasiones :P. En esta zona también estaban la sauna y el baño turco.

Empezamos yendo a la piscina principal a bailar un poco (dentro del agua, por supuesto) y a saltar y dar volteretas y hacer todas esas cosas que uno hace normalmente en una piscina, sólo que con música de fondo y con una cerveza en la mano. También visitamos la piscina de agua caliente, pero el ambiente era un poco menos "festivo" y más "desinhibido" :), así que después de un rato volvimos a la piscina principal para ya quedarnos toda la noche hasta que acabó la fiesta. En el transcurso de la noche hubo hasta actuaciones: malabares con fuego, natación sincronizada y acrobacias con "cuerdas" de tela. La verdad es que estaba todo pensado.

Vistos estos ingredientes, no debió haberme sorpendido el no encontrar mis chancletas en el sitio en el que las había dejado una de las veces que fui al baño. Así que al ver que mis chancletas no estaban allí, yo mismo "tomé prestadas" las de otra persona. Ya sé que resulta asqueroso, pero la idea de caminar descalso por aquel sitio lo resultaba aún más. La cuestión es que cuando ya se había acabado la fiesta descubrí que me habían vuelto a robar el segundo par de chancletas, así que esta vez "tomé prestadas" las únicas que tenía a mano (¿debería decir a pie?) que eran al menos dos números más pequeñas que mi pie. Supongo que ésto sumado al hecho de que el suelo estaba mojado fue lo que provocó que me terminase cayendo, afortunadamente sin ninguna consencuencia (con menos se han roto escafoides). A pesar de todo, la fiesta mereció la pena.

La mañana del domingo empezó a las 9:00 (después de habernos acostado a las 6:00). A las 11:00 teníamos cita para visitar el parlamento y no podíamos fallar. No nos arrepentimos de madrugar porque el edificio es impresionante tanto por dentro como por fuera. Hicimos un pequeño recorrido en español de media hora. Totalmente recomendable. Para terminar la visita a Budapest fuimos hasta la plaza de los héroes (esta vez sin Pepa, porque la pobre estaba malísima del pie) y al parque que está justo detrás. Coincidió que había un mercadillo, así que la verdad tuvimos bastante suerte.




La cuestión en que resultó un fin de semana "redondo". La ciudad es muy bonita (yo diría que mezcla entre Praga y Viena) y más si se visita de la mano de alguien como Bea y con gente como la que nos juntamos allí. Ya digo: un fin de semana perfecto.

sábado, 14 de febrero de 2009

Leipzig

En este loco y desordenado mundo de los blogs... Debo recitificar. En este loco y desordenado mundo de mi blog, quedó algo por decir la última vez que escribí. De Dresde (sí, estuve en Dresde... ya nadie lo recuerda) nos dirigimos a Leipzig: nuestra otra parada en el viaje.

Una vez más gracias a mi guía de Alemania, pudimos saber que Leipzig tiene, como al final todas las ciudades, mucha historia. Sin embargo, lo que parece pesar más fue la importancia que tuvieron sus habitantes en los movimientos en contra del régimen comunista y que desencadenarían en la caída del Muro de Berlín. Aparte de eso, no tengo demasiado que decir acerca de la ciudad y nada que mostrar porque no saqué ninguna foto. Podría parecer que no me gustó nada y realmente no fue así. Me gustó, pero supongo que no me impactó nada como para sacar la cámara y hacer alguna foto. Es más que probable que no tenga nada que ver con la ciudad sino conmigo. Siempre que alguien quiera sacar una foto, habrá una foto que sacar. Lo que destacaría de la ciudad como atracción es el Ayuntamiento. Leí en alguna parte que es uno de los más grandes del mundo y, desde luego, me lo creo.

Creo que lo más reseñable de nuestro paso por Leipzig fue la fiesta en la que acabamos el sábado por la noche. Es una de esas cosas de las que reirse cuando las recuerdas y también mientras las vives. Esa noche, después de cenar y de caminar un rato y de coger un tranvía a las afueras, terminamos todos sentados en el suelo de una habitación de una residencia de estudiantes en una especie de corro que a mí me recordó a una de esas convivencias que hacíamos en la catequesis. Allí todos sentados, mientras un grupo de erasmus españoles cantaban montones de canciones pop-latino acompañados de una guitarra. Al salir de la fiesta y gracias al despiste generalizado terminamos en las cocheras del transporte municipal de Leipzig. Otro motivo más para reír. ¿Quién nos iba a decir que aquella noche ocurriría eso? Una noche que terminó con la vuelta a casa en un taxi que torpedeó mi confianza en el alemán que hablo y con una partida de billar en la que perdimos y ganamos varias veces. Sí, desde luego una noche para recordar y de la que reírse.

Pd: ¿Se nota mucho lo improvisado y poco currado?