miércoles, 3 de junio de 2009

Colorín colorado...

¡Vergüenza debería darme!, que diría mi madre. Hace ya dos meses que me fui a Asia y todavía queda el último post y es que los dos últimos días los pasé en Kuala (revival) y en Singapur.

Llegué a Kuala lumpur el domingo 12 de abril con dos pensamientos en mi cabeza: sacarme la foto nocturna en las petronas e ir a La Lola a comerme otra mantita raya. Una de dos no está tal mal. La cuestión es que esa noche llovía a cántaros sobre Kuala. Me viene a la cabeza una frase recurrente de Alfonso: "shit happens" y vaya que si pasa. No mejoraba la situación que Alfonso dijera frases como: "...mira que es raro, porque en Kuala no suele llover por la noche..." o "...mira que es raro, porque en Kuala no suele llover tanto tiempo seguido...". Así que este que está aquí, que en ese momento estaba allí, se tuvo que quedar sin foto nocturna con las petronas. Bueno, hice un pseudointento desde el balcón de Alfonso, pero fue una kk :P . Pero eso sí, que no me quedé sin mi manta raya y tampoco sin en "chicken fish" que como su nombre indica es un pescado que no sabe a pescado.

Al día siguiente, Silvia y yo nos levantamos para ir a hacernos la foto de rigor con las Petronas (esta vez no llovía), pero antes pasamos por un puestito de hindúes a desayunar. Alfonso nos dijo: "...pidan el sweet pancake..." y le hicimos caso. ¡Dios santo!, ¡qué bueno estaba eso! El niño gordo que habita en mí nunca estuvo más contento. Lamentablemente, tuvimos que seguir adelante y llegamos a las torres. Lo primero: subir al puente que las une. ¡Ja!, eso pensábamos nosotros, porque los lunes no se puede visitar el puente: ¡shit happens again! No nos importó (bueno a mí sí), así que allá que nos fuimos a buscar el sitio perfecto para sacarnos la foto. Silvia terminó hartita de mí: yo quería mi foto perfecta. Así que en la búsqueda de la misma conseguí hasta que Silvia terminase en el suelo tirada cual saco de papas. En su vida había pasado esa niña por una mayor situación de bochorno, pero todo sea por mi foto. Así que al final la obtuve. Una vez que estuvimos listos nos fuimos a hacer algo que a los dos nos encanta: ir de tiendas. Justo debajo de las Petronas hay un centro comercial llenitito de tiendas, así que ni cortos ni perezosos nos recorrimos el centro comercial y terminé saliendo de allí con tres camisetas, unos tenis y un libro en chino. El pack completo. Silvia se compró algunas otras cositas, pero eso ahora no importa. Después de nuestro tiempo de compras nos fuimos a almorzar con Alfonso: ¡qué lástima, nuestro último almuerzo! Silvia y yo nos fuimos a casa a hacer las maletas y volvimos a ver a Alfonso justo antes de irnos al aeropuerto. Allá que nos fuimos, con tristeza de dejar a Alfonso atrás. En mi caso tristeza porque sabía que el muy asqueroso se quedaba en Asia a seguir recorriéndose medio continente: ¡perraco! La primera parada del taxi fue para dejar a Silvia en el aeropuerto de los ricos. Allí tuve que despedirme de una gran compañera de viaje.


Una hora de viaje y ya estaba en Singapur. Cogí un taxi y a casa de Ana que muy amablemente me recibió en su casa. Esa noche dimos una vuelta y me bastó para darme cuenta de lo diferente que era aquello al resto de lo que había visto en Asia: ciudad ultramoderna y todo perfecto. A la camita que al día siguiente había que caminar. La mañana la dedicamos Yaiza y yo a visitar Singapur. Fuimos al barrio chino, a ver al Merlion y al barrio hindú. En este último entramos a comer en un restaurante auténtico en el que todo el mundo comía con la mano (menos nosotros, claro): toda una experiencia. A la hora de comer fuimos a recoger a Ana y Xevi a la oficina para ir a visitar la isla de sentosa, una especie de resort de playa un tanto artificial, pero que a mí me encantó: ¡viva el artificio! Singapur es una ciudad perfecta para tener las comodidades de occidente a tiro de piedra de Asia. Desde luego, no es una mala combinación. No teníamos más tiempo, fuimos a casa de Ana, recogimos las cosas y fuimos al aeropuerto a tomar el vuelo que trece horas después nos llevaría a Amsterdam y de ahí a Düsseldorf.






He de decir que este ha sido probablemente el mejor viaje de mi vida. Fue un tiempo aprovechado por completo y no me puedo creer la suerte que tuve. Tengo que dar las gracias a todas las personas con las que me encontré (y con las que fui) que hicieron este viaje aún mejor. Sobre todo, se merece unas gracias muy fuertes Alfonso, que me empujó a que hiciera real lo que parecía que no podía serlo. ¡Qué gran viaje!

2 comentarios:

Kualalu dijo...

Nunca subestimes el poder de la envidia... Así es como conseguí que vinieras ;)

Unknown dijo...

VergÜenza debería darte no dedicarle ni una triste entrada a la ciudad de las aceras con vida propia y los telesillas precarios soviéticos..:P
Besiños