martes, 24 de marzo de 2009

¿Primavera?

Yo diría que no. Me engañaron como a Tanausú. La semana pasada hubo un simulacro de primavera, pero lamentablemene sólo fue eso. El sol salió e incluso pude pasear por la calle con el abrigo abierto y sin bufanda (¡qué loco!). No fui el único que respondió a este cambio porque en el parque que está delante de la oficina aparecieron, como de la nada, un montón de flores violetas, blancas y amarillas. Sin embargo, todo fue un espejismo y ya vuelve a hacer frío, han vuelto el cielo gris y la lluvia. En más de cuatro meses que lleva el invierno algo ha cambiado dentro de mí, soy un poco más alemán: me puedo pasar horas hablando del tiempo y me parece razonable escribir un post sólo para hablar de que han salido unas pocas flores en un parque. ¡Dios mío, estoy fatal! No saben la de veces que me he reído en Tenerife de algún guiri que se ponía al sol cual lagarto. Esto sólo tiene un nombre: karma. ¿Ahora quién se ríe?


viernes, 20 de marzo de 2009

Milán

Decidimos comprar los billetes a Milán por tratarse de una oferta muy buena de AirBerlin. La verdad es que en principio no era una ciudad que pensara visitar, pero surgió la oportunidad y allí que nos fuimos. Por los comentarios que había escuchado, esperaba una ciudad fea, gris, pija... Lo que viene a ser una Düsseldorf italiana (jajajaja). Sin embargo, la ciudad me sorprendió para bien.

El viernes nos plantamos allí y nos encontramos con Sara, Kike y Luisca (gracias a los tres por todo) que nos fueron a recoger a la estación de trenes. Rápido, rápido... corre, corre. Tuvimos que darnos prisa para llegar a cenar al sitio que había reservado Sara. Dejamos las cosas en la casa retro de Kike y directos al restaurante. La comida buena y la compañía mejor. (Nota mental: Jesús, ¿por qué insistes en beber vino?). De la cena nos fuimos a una calle de bares que fue de lo menos pijo que vimos en Milán. Allí nos llevaron a un sitio que se llama el Benzinaio (o algo así) que se supone que significa "gasolinera" porque una copa de ese sitio es como beber gasolina :P. Sin embargo, como alemán que soy yo fui fiel a la cerveza. La verdad es que fue muy agradable estar en la calle sin morir del frío después de tanto tiempo. No es que hiciese ya calor de verano en Milán, pero sí que había bastante más calor que en Düsseldorf. Además, en ese momento llegó Salva que había hecho otra de sus rutas épicas en coche. Después de un rato nos fuimos a otro bar cercano a seguir charlando y tomando algo hasta que nos echaron. Momento en el que pudimos disfrutar de una "entretenida" pelea a lo película cutre, con gente rompiendo botellas y todo. Después de tan magnífico espectáculo tocaba recogernos, así que cada quien para "su" casa, no sin antes pasar por la Galleria Vittorio Enmanuele a bailar el vals con Vicky. Bailamos tan bien que hasta el conserje de un hotel se asomó al balcón a jalearnos (en realidad salió a gritarnos que nos callásemos, pero en medio de la alegría etílica quién iba a saberlo). Al llegar a casa de Kike todavía tuvimos tiempo para tomarnos un par de chupitos de limonccello (mala idea, mala idea :P) y para hablar de lo divino y de lo humano (más bien de lo humano).


El sábado por la mañana nos levantamos y desayunamos. Gran error. Mejor dicho, gran error la bebida del día anterior, porque terminé vomitando (se está convirtiendo en una costumbre) dos veces en casa de Kike (lo siento). La primera sorpresa fue comprobar que hacía sol. ¿Sol?, ¿eso qué es? Pues allí estaba para hacerlo todo más bonito. Empezamos la vistita paseando por Milán de camino al Castello de Milán (o cómo se llame). En realidad, no es que algo fuese especialmente espectacular, pero el ambiente y sobre todo el sol hicieron que disfrutásemos muchísimo de la visita. De allí nos fuimos dirección al Duomo: la verdadera maravilla de Milán. Antes paramos un momento a comernos un Panzerotto, una especie de pizza cerrada, pero frita (sí, CALORÍAS VENGAN A MÍ), rellena de mozzarela y tomate. He de decir que estaba buenísimo (uhmmm Pazerotto). Por fin llegamos al Duomo. ¡Qué bonito es! Pero lo mejor fue que subimos a la azotea de la iglesia y TOMAMOS EL SOL ALLÍ. No hay nada como eso. ¡Qué grande! Nosotros en lo alto de una iglesia tomando el sol. De lo mejor. Sin embargo, había que seguir con la visita y nuestra siguiente parada fue, nada más y nada menos, la oficina de Milán. Muy en consonancia con la ciudad: pija y de diseño. La verdad es que es muy guay, pero lo mejor son las vistas que se gastan: magníficas. Terminamos el día (que no la noche) dando un paseo por la zona de tiendas pijas en la que había como 80 tiendas de Dolce & Gabbana, incluso entramos a una (por cierto, que olía muy mal jajaja). De nuevo a casa a cambiarnos para llegar a la reserva que teníamos para el aperitivo. El aperitivo consiste en que pagas un precio fijo por la bebida (en nuestro caso 10€) y puedes comer todo lo que quieras de un buffet. La verdad es que estuvo muy bien. Comimos en la terraza (por suerte yo estaba junto al calefactor) y pasamos un buen rato hablando y riéndonos. Al salir nos fuimos a una discoteca (a donde el diablo perdió los calzones) que Kike conocía. Una noche muy divertida, bailando y chocando (sí, chocando).






La mañana del domingo nos levantamos, desayunamos (no vomité) y salimos a pasear y a buscar un sitio para comer. Terminamos en una zona que tienen un canal (no sé cómo se llama) y allí comimos una pasta muy buena (uhmmm pasta). Después, volvimos a pasear otro poco, vimos de nuevo la Catedral y visitamos una plaza de lo más curiosa: La Piazza dei Mercanti. No es que tuviese nada especial a primera vista, pero la plaza tiene un techo hecho a base de arcos y está construida de tal forma que si hablas a un extremo de un arco, lo que se dice se escucha desde el otro extremo del arco. Puede parecer una tontería, pero yo lo encontré fascinante. Después ya no quedó tiempo para más. Nos despedimos e hicimos nuestro camino de vuelta a Düsseldorf.




No sé si fue el sol, el ambiente, la compañía u otra cosa. La cuestión es que disfruté mucho de nuestra visita a Milán. Es cierto que no es Roma, pero tiene su espíritu. Muchas gracias a nuestros anfitriones por enseñárnoslo.

viernes, 6 de marzo de 2009

Don Carnal

Como siempre mi blog se mueve en un continuo espacio tiempo diferente y aquí estoy yo, casi dos semanas después, hablando del Carnaval. De todas formas tampoco está mal recordar momentos de desenfreno ahora que es Cuaresma y en la que todo el mundo estará resistiendo cualquier tentación que le surja y por supuesto evitando la ingesta de carne. La cuestión es que toca hablar del Carnaval, porque el destino quiso que no dejara de celebrarlos a pesar de estar en Alemania. Este es y será el único y auténtico post sobre los carnavales. Las cosas que hayan escrito foráneos, por ejemplo desde Copenhague o desde Berlín, no tienen valor ninguno :P (excepto en las partes que dicen cosas buenas de mí). Como anfitrión me merezco que sólo valga mi versión.

Dicen que "Spain is different", pero desde luego Alemania no lo es menos. El Carnaval empezó el jueves 19que aquí llaman "Alt Weiber" lo que viene a significar "mujeres viejas". Pues bien, ese día a las 11:11 (no tengo idea de porqué) empiezan los Carnavales de forma oficial al grito de "helau" (en Colonia "alaf"). La gente se pone sus disfraces y las mujeres toman el poder. El colectivo femenino tiene derecho a cortar la corbata de cualquier hombre y a besar, según le apetezca, a tantos hombres como quiera. El término disfraces debería estar entrecomillado porque aquí en Alemania (salvo honrosas excepciones), los disfraces consisten en ponerse algo llamativo y ya... eso resulta ser un disfraz. Después de que las chicas de la oficina hubiesen cortado todas las corbatas y que hubiésemos gritado y comido berlinas (resulta que son típicas de Carnaval), partimos rumbo al "Altstadt" para empezar la fiesta (a las 12:00 pudimos salir). Resulta curioso ver a gente completamente (muy, muy) borracha a esa hora mientras padres pasean con sus hijos justo a un lado. La cuestión es que, después de unas horas, nosotros también estábamos "alegres" y ya habíamos bebido, comido y bailado un montón. Lo curioso de los Carnavales alemanes es que en gran medida transcurren por el día, así que de pronto te encuentras regresando a casa a las siete de la tarde y te parece que llevas una noche de marcha loca. Lo bueno es que puedes dormir toda la noche y así recuperar fuerzas para el siguiente día.



El viernes seguiría la fiesta. Yo estaba muy nervioso: ese día recibía las primeras visitas de mis compañeros informáticos (por favor, que todo salga bien) que habían caído en mi trampa y venían a pasar los Carnavales a Düsseldorf (aunque algunos insistan en hablar de Colonia). Dios dio los Carnavales a Düsseldorf para que alguien se animara a visitarme, así que: a Dios, gracias. En total vinieron 8 (lo siento Vanessa, eres informática por extensión) y según me pareció no se lo pasaron nada mal. Lo único malo a destacar fue la baja de última hora de Pepa (algo de un pie y de que no le gusto y que me odia o qué se yo :P ). El primero en llegar a mi casa fue David. Sí ya lo sé: él no es informático (no podría, aunque quisiera :D ), pero mi corazón es tan grande que lo recogí mientras que esperaba a que llegaran los que serían sus compañeros de piso. Luego, fueron llegando Roberto, Kike, Vaquero, Josemi (a ver si avisamos cuando llegamos tarde :P ) y por último Bea. Aquí iba a poner la broma de: "claro se hace esperar como cualquier mujer", pero creo que Vaquero me la pisó en su blog. Cuando estuvimos todos juntos, allá que nos lanzamos (un diablo, un danés, una increíblemente mona, media abeja y un... ¿de qué iba Kike?), para reunirnos con los demás que venían capitaneados por una Audrey Hepburn (era Patri) bastante piripi. Terminamos en el sitio donde estaban Raúl, Yaiza y amigos. Desde luego fue un gran sitio al que ir porque encontrarse a cierta persona (podría comprometer mi trabajo si la nombro) totalmente borracha no tiene precio. Fue una gran noche de, como siempre, mucha bebida, risas, bailes, lenguas mordidas (la mía), confesiones sin fruto y discusiones (si tienes el brazo malo, pues quédate en casa, ¿cómo voy a ver en medio de ese bar que llevas en brazo escayolado? jaja). Ya tarde volvimos a casa para cerrar los ojos apenas un momento y esperar a que llegaran Jon, Vanessa y Enrique.


El sábado empezó con la llegada de Jon y de la muñequita matriuska (muchas gracias, Jon) o como se diga. Cómo agradecí que llegara, porque si no ¿cómo iba a despertar a toda esa tropa? Él hizo todo el trabajo. Sólo un rato después llegaron Vanessa y Enrique desde Berlín. Ya estando todos, nos vestimos de blanco con pañuelo rojo para ir de San Fermines, una sugerencia que había hecho Enrique y que cuajó entre la gente. Fuimos a una de las "Brauerei" de Düsseldorf a comer codillo, salchichas y demás manjares de la comida alemana. Para mi disgusto, no nos sentaron en la parte más auténtica del local, pero al menos nos dieron un salón para nosotros solos y pudimos gritar a gusto. Parece que la comida, en general, gustó, así que otro éxito organisativo. Una vez que terminamos la comida comenzaron los encierros en la calle. Después de cantar a San Fermín, el toro echaba a correr y delante todos nosotros. Esto de los encierros resultó ser una técnica nada despreciable para mover a 40 personas al mismo tiempo, genial si quieres llegar a la estación de trenes cuanto antes. Así que ese día partimos de Düsseldorf a su ciudad rival: Colonia. Después de mucho esperar terminamos bailando música alemanota de esa que ponen en Carnavales justo detrás de la catedral de Colonia, pero pronto esa música fue demasiado, así que siguiendo el consejo de una chica (cómo me la encuentre por la calle...), hermana de una amiga de una amiga de la prima... nos dirigimos, en un metro atestado de gente (que resultó ser divertido) a un sitio en el que no nos terminó quedando claro qué fiesta había. Así que varios minutos después decidimos movernos a otra zona que nos habían recomendado, pero como terminamos un poco hartos de metro, fuimos caminando. Sí, el sitio no estaba tan cerca como habíamos pensado. Después de esperas, más esperas, malas caras. Decidimos volver a coger el metro a medio camino de nuestro destino. En ese momento coincidimos con otro grupo de "San Fermínes" al otro lado de las vías y todo el mundo comenzó a cantar y a gritar... En definitiva: nos volvimos a animar. Como después les expliqué, las esperas y desesperaciones no fueron más que un plan trazado por Patri y por mí para encontrarnos con esa gente (¿resulta creíble?). Cuando llegó el metro-tranvía, rumbo a nuestro destino en el que terminamos encontrando lo que buscábamos: comida y marcha. Varias horas después, acababa el Carnaval de Colonia para nosotros no sin incidentes (borracho ninja, chichón y otras cositas...). ¡Todos a la cama, que mañana hay que hacer turismo! Se dio esa noche una metáfora muy representativa de Alemania: Berlín en el suelo durmiendo sobre periódicos y Düsseldorf en una cama calentito y junto a una mujer impresionante :P.


El domingo amaneció cubierto: mal día para visitar el "Haffen", pero me daba exactamente igual. Esta gente no se iba a ir de Düsseldorf sin hacer un poco de turismo, bueno, Josemi sí se me escapó. Después de hacer un poco de turismo (¡qué bonito es Düsseldorf!) y con muchas prisas despedimos a Bea, Kike y Vaquero. Los supervivientes terminamos esa tarde tomando algo en el "Altstadt" y una cosa llevó a la otra y nos encontramos de pronto (junto con Patri, Yaiza, Raúl, Germán y Yoyo el alemán) bailando en la calle, bebiendo cerveza, comiendo pizza y saltando a la comba (Yaiza ganadora indiscutible) con la cola de Yoyo (iba vestido de Marsupilami, ¿a qué otra cola me podía referir?). Todo para terminar en un bar bailando una vez más y riendo como siempre (más tarde el pobre de Raúl no reiría tanto por culpa de un energúmeno).


El lunes los Carnavales llegaron a su fin. Despedimos a Jon esa mañana (por los pelos) y fuimos al centro a ver el desfile de carrozas. Después de esperar mucho tiempo bajo la lluvia adoptamos otra estrategia y terminamos viendo la cabalgata sin ningún problema y después de habernos tomado un café calentito. Increíble la cabalgata. Por supuesto, nos pusimos a gritar y a correr para conseguir la mayor cantidad de cosas que pudimos, sobre todo Patri, que hasta abrió el paraguas para coger más... Estaba poseída. La cabalgata era interminable, pero sobre todo llamaba la atención todo lo que tiraban: chocolatinas, bolsas de papas, cotufas, pelotas, peluches, caramelos, flores, kleenex, estropajos (¿por qué?), cepillos de dientes... Leí en el blog de Enrique que en tiempos de crisis quizás era demasiado y pueda que tenga razón. Yo, sin embargo, creo que era Carnaval y los Carnavales son el tiempo de los excesos. Después de la cabalgata tocó la última de las despedidas. Vanessa y Enrique volvieron a Berlín y yo me quedé solo no sin echar de menos a toda esa gente. Ese día me sentí más solo que nunca en mi casa.

Fueron unos días increíbles. Muy, muy divertidos. Por eso, quiero dar las gracias a todos esos amigos que vinieron a visitarme y a mis becarios de Düsseldorf que también hicieron que me lo pasara bien y que casi llegara a olvidar los Carnavales de Tenerife (aunque sólo sea por el clima, son mejores jajaja). Sólo podrían haber sido más completos con Pepa y Vicky allí para disfrutarlos.

¡CARNAVAL, CARNAVAL... CARNAVAL te quierooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo!

PD: No todas las fotos son mías, pero las uso y ya, que como bien dijo Enrique en un post: ¿qué bobería es ese del "copyright"? (creo que estoy tergiversando de forma maligna sus palabras).