lunes, 17 de agosto de 2009

Москва

Dicen que viajé a Moscú y también dicen que me lo pasé genial. Me ha contado un pajarito que el anfitrión (Jon para más señas) no pudo ser mejor y que entre machinas (o cómo se escriba), rublos, Kremlims, Plazas Rojas y "long islands" (que yo no bebí, pero otros sí) se pasaron cuatro días de viaje volando. Dicen, me han contado, me explicaron... Todo porque una vez más ha pasado tanto tiempo desde que hice el viaje que ya de poco de acuerdo. Me divertí mucho, ¡ves!, de eso sí me acuerdo.

El jueves después de hacer una cola de mil demonios y de ver que los españoles, alemanes o cualquier otra nacionalidad son corderitos al lado de los rusos en lo que a colarse ser refiere, cogimos nuestro taxi hacia casa de Emma. ¿Cómo reconocimos el taxi? Muy fácil: en el cartel que llevaba en taxista se leía "INASEPTABLE" (broma interna del curso de informática). Un curioso taxi, con un curioso olor que nos hizo desear abrir el queso azul que llevaba Patri, para oler algo menos desagradable. Las primeras horas en Moscú transcurrieron entre ida de casa en casa a dejar el equipaje, primera visita a la Plaza Roja y reencuentros. Nos hicieron un pequeño recorrido por la plaza, los edificios que están alrededor y por la zona que queda más cerca del centrísimo de Moscú (Plaza Roja y Kremlim). Todo el paseo amenizado por las excelentes explicaciones de Jesús (otro) que, creo, se ha convertido en el guía oficial de las visitas a Moscú. Después del paseo terminamos comiendo en un restaurante en el que todos los platos llevaban queso, detalle que no importaba nada porque todo estaba buenísimo. Logramos evitar la tentación de salir aquella noche (había que patearse la ciudad entera al día siguiente) y nos fuimos "temprano" a la cama (estuvimos hasta las tantas hablando con Jon y sus compañeros de piso Elena y Miguel).

El viernes tocaba visita al Kremlim. Los moscovitas estaban hartos de haberlo visitado tantas veces, así que agradecieron que fuese viernes por la mañana y tener la excusa de que trabajaban para escaquearse. Desayunamos y nos encontramos en el restaurante de al entrada de la Oficina Comercial que está justo en frente del Kremlim: un edificio hiper "fashion" igualito, igualito al "colegio" en el que está la oficina de Düsseldorf. Después de pagar la sablada de casi 20€ por la entrada al Kremlim y la Armería, allí que nos fuimos guía en mano (las cedidas por Suso) para enterarme, ignorante yo ,que el Kremlim no era un edificio sino las primeras contrucciones de la ciudad de Moscú, que se encuentran resguardadas por una muralla (bonita, por cierto). El conjunto está bien, sin llegar a ser espectacular. Supongo que el problema es que hay demasiadas iglesias muy parecidas entre ellas: vista una, vistas todas (blancas y con muchos murales por dentro). Quizás algún entendido del arte y la arquitectura esté pensando que soy un blasfemo, pero a mí me parecieron todas muy iguales. A las 12:00 en punto nos tocaba la visita a la Armería que resulta ser una exposición de ropas, carruajes, joyas, armaduras... de los zares. Todo muy bonito. Lo más llamativo (a mí gusto, está claro) fue la sala de los carruajes. ¡Había cada pijada! No parece difícil imaginarse el dinerito que tenían estos niños. Una de esas visitas que "hay" que hacer, pero de la que todos coincidimos que es prescindible teniendo en cuenta el precio de la entrada.




Después de salir del Kremlim y de encontrarnos con los becarios de Moscú, fuimos a sacarnos fotos en condiciones por fuera de la Basílica de San Basilio, la verdadera maravilla de Moscú y su estampa más típica. Pero el mejor espectáculo no lo dio la arquitectura sino los rusos y rusas adolescentes que celebraban el fin de curso. Las chicas iban vestidas como niñas-de-guardería-guarrillas-porno-chachas (es difícil de explicar) y los chicos iban "elgantes" (ellos creían que sí) con sus trajes. Algo digno de ver. Después de las fotos de rigor paseamos por otra zona de la ciudad diferente a la del día anterior y cogimos el metro para intentar ir a un parque. Digo "intentamos" porque justo cuando íbamos a salir del metro comenzó a llover que ni el diluvio universal, así que escuchamos una pequeña explicación de Jesús y para dentro de nuevo a visitar una de las atracciones de Moscú en la que no nos mojaríamos: El Metro. Junto con la basílica el metro fue lo que más me gustó de Moscú. Es imprecionante la frecuencia con la que pasan los trenes, pero lo es más lo bonita que son las estaciones, cada una tan especial como la anterior. Alguien dijo que la intención es que ese fuese el palacio del pueblo... Pues creo que lo consiguieron. Eso sí, gracias a Dios que íbamos con los expertos porque la facilidad para perderse allí dentro es espeluznante. Después de la visita turística tocó ir a casa a vestirse para salir. Primera parada: McCoy. ¡Dios, qué gusto ver a todo el mundo bailando! Ahí es donde Moscú se lleva la palma. Por una u otra razón, todo el mundo sale a pasárselo bien, quizás es que se recuperan así de la época comunista ;) Después de bailotear en el McCoy terminamos en otro sitio cuyo nombre no recuerdo y que no era tan divertido. Pero sí que fue divertido el después caminando por una calle, oyendo a gente gritar lo malos que eran todos los hombres y lo que aguantaban las mujeres. Para terminar la noche (que ya era mañana) nada mejor que una calzone mientras yo dormía.





El sábado nos levantamos tarde y fuimos a un cementerio donde están enterrados muchos personajes imortantes de Rusia entre ellos Boris Yeltsin. La verdad es que algunas de las estatuas de las tumbas eran bastante únicas. De ahí fuimos hasta un mirador para ver la ciudad desde arriba. Justo donde está la universidad y una de las "Hermanas de Stalin". Hay 7 de estos rascacielos en la ciudad y la verdad es que impresiona el tamaño que tiene. Después vuelta a casa que había que arreglarse para ir a cenar y a celebrar el cumpleaños de Emma. La cena estuvo muy bien y me reí bastante con las conversaciones de Marta y Jesús. Después de la cena fuimos a una discoteca (no recuerdo el nombre) donde terminamos bailando hasta el amanecer, para luego ir a casa, dormir unas pocas horas y tener que levantarnos, despedirnos y marchar al aeropuerto.


Moscú no es como la esperaba: es más europea de lo que había pensado. Sin embargo, los 4 días que pasamos allí fueron de verdad muy divertidos. Muchas gracias Jon.